Queda menos de una semana para el aterrizaje en España de la nueva y flamante consola de Nintendo. Con ello, se da el pistoletazo de salida de la octava generación en términos de consolas de sobremesa (a pesar de que gráficamente es equiparable a aquellas que llevan más de un lustro entre nosotros) y me apetece dedicarle unas líneas.
Tengo que decir que, generalmente, me cuesta encontrarle el atractivo a una consola que acaba de salir al mercado. Recuerdo la época en la que Sega estaba a punto de lanzar Saturn, al tiempo que bombardeaba con sus anuncios de Mega Drive 32X. Éstos compartían páginas con los de 3DO, Atari Jaguar y la enigmática Playstation, entre reportajes sobre las características técnicas de la Ultra 64. Conservo varias Hobby Consolas de esa época y la sección de Yen se llenaba de gente pidiendo consejo sobre cuál comprarse o las características técnicas (que en esa época eran todo un argumento) de cada una. Yo no me compré mi Playstation hasta 1998.
A pesar de su atractivo inicial, las consolas nuevas son caras y tienen que competir con las ya establecidas que, no sólo están en la flor de la vida, sino que tienen cientos de juegos interesantes a precio rebajado. Es difícil que una nueva consola, sin apenas juegos aún ni más promesas que unas cuantas cifras sobre el papel, me llame la atención hasta el punto de desear comprarla antes de que baje de precio. Hace más de diez años que no me ocurre, y fue con la Xbox original, debido a su contrato de exclusividad con Oddworld Inhabitants, mi desarrolladora preferida, contando con Munch's Oddysee como juego de lanzamiento. Lógicamente, no pude comprarla (480€ valía la bonita) hasta muchos años más tarde. Con Wii U, en cierto modo, siento lo mismo.
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Así es, pegando fuerte |
Cabe señalar que Wii U aterriza en medio de una situación de lo más aburrida: dos consolas rivales más parecidas que nunca, una acusada falta de imaginación en un catálogo que apenas parece haber evolucionado con respecto a sus inicios, y la permanente amenaza de los móviles, internet y la nube que parece asfixiar a nuestras queridas consolas de sobremesa tal como las conocemos, lanzándolas al mercado casual o social (qué vergüenza, Fumito Ueda).
Pero Nintendo, por segunda vez consecutiva, se desmarca del resto con su valentía y sus grandes dosis de creatividad. Wii U llega dispuesta a ofrecer una alternativa, a devolver la ilusión por sorprender, e incluso a incentivar hábitos que parecen perderse paulatinamente en la vorágine internáutica (como, sencillamente, jugar con tus amigos presentes en la habitación), continuando esa línea que empezó a marcar su predecesora. Y confío en que sabrá exprimir el enorme potencial que tiene su propuesta, que calificaría, cuanto menos, de inspiradora. De momento, New Super Mario Bros Wii U, sin explotar en exceso las nuevas posibilidades (al menos, en el modo para un jugador), ya es muy divertido, y si el señor Miyamoto se sacó de la manga una joya intemporal como Super Mario Galaxy con Wii, ¿hasta dónde podrá llegar con Wii U?
Eso sí, la campaña de Wii U #conwiiUpuedo, además de estar siendo increíblemente agresiva en internet, es odiosa. Como ocurrió con Wii, los verdaderos gamers tendrán que moverse al margen de la imagen proyectada en las campañas, con ese irritante ideario entre treintañero pueril y padre de familia desencantado.
Nadie igualará, en lo que a comunicación se refiere, a la Playstation original.
Bueno, ni en comunicación ni en nada.
¡Bienvenida, Wii U!